Monday, November 27, 2006

Hannah Wilke, peripecias sobre el eterno femenino


En tiempos donde lo femenino parece practicarse de forma normalizada, salvo algunas excepciones, se nos aparece un poco a modo de pulpo en un garaje, la retrospectiva de una artista relativamente poco conocida en España, Hannah Wilke.

Alguien, a quien a simple vista, podemos tildar tanto de feminista, como de narcisista puede parecernos hoy en día, sin interés. Y visto así, esa crítica es posible. Sin embargo, el logro de Hannah, al margen de la belleza estética de muchas de sus obras (en bastantes, ella era la protagonista), fue documentar un tiempo de exploración y lucha, que fue posible en el Nueva York de los años 60, y 70, y su posterior evolución.

Pero la importancia de la obra de Wilke, y su muestra en España, pesa aún más porque aquellos años en nuestro país fueron diferentes. Las mujeres españolas de esos años aún tenían de referente a la nietísima, Carmen Martínez Bordiú, y lo personal más que político, era simplemente eso, personal!

Y es que por muy difícil que sea imaginar un tiempo pasado, que casi siempre se ve mejorado por la nostalgia, cuesta imaginar una escena socio-artística dominada por el comportamiento masculino destroyer de finales de los 50, de los Pollock de turno. Un momento contrastado por la aparición rupturista de artistas femeninas que con su arte proclamaban a la mujer sujeto frente a la tradicional mujer objeto. Mujeres, que usaban la autoreferencialidad que les daba el uso de su propio cuerpo para reivindicar un espacio considerado como íntimo y privado, y que no era otro, que el que la mujer ocupaba, y nadie veía. Estas artistas empezaban a usar materiales novedosos, como el latex, las gomas de borrar, y medios desligados de la tradición pictórica, por considerarla masculina y tradicional, como el vídeo y la performance, que además las permitían, gran libertad de expresión. En ese entorno, es en el que aparece Hannah Wilke.

Chicles y performances
Hannah, la mujer, nació en Nueva York en 1940 y murió de cáncer en 1993. Así se puede resumir la vida de ella y muchas otras mujeres. Que contemos con un sin fin de imágenes que testimonian su peripecia vital entre esos años, nos plantea interrogantes, explicaciones, y en definitiva la posibilidad de una historia menos perecedera.

Hannah lidió con los roles y estereotipos sobre la feminidad en el ámbito de lo social y lo político. Y lo hizo usando el disfraz como alusión a la imposibilidad de definición del eterno femenino. Véanse las fotos en las que aparece posando de formas diferentes y contradictorias, en un catálogo muchas veces usado por la publicidad hasta la saciedad, pero que ella sacaba de contexto al mirar de forma desafiante al objetivo. Se alejaba así del mundo de la publicidad, especialmente la de la época, donde la mujer era mera portadora de una belleza pasiva e ingenua.

Artista multimedia, antes de que ese concepto surgiese, Hannah practicó la fotografía, que usaba para documentar sus performances, como en las de la serie “So Help Me Hannah”, el vídeo, la pintura o el dibujo. Asímismo, usó desde los más tradicionales materiales como la cerámica, a la goma de mascar, en un afán por reivindicar lo que tradicionalmente no tenía visibilidad, la cotidianidad del universo femenino.
Los chicles, de esta forma, eran una parte fundamental de sus performances, donde pedía a la audiencia que los masticaran hasta que ya no tuvieran sabor, porque era cuando servían y pegaban, para que ella después, pudiera incluirlos en su obra. Haciendo esto, reclamaba la idea de proceso y no sólo la de tarea terminada, que era como se veía el trabajo doméstico de la mujer, como en apariencia banal, sin proceso y casi inexistente.

En definitiva, el chicle le resultaba un material-concepto perfecto, porque además ilustraba el papel de la mujer en las relaciones. La mujer como chicle de usar y tirar… Véanse las series “Starification object series”. . Algo con un fuerte sabor al principio, pero que pronto deja de gustar porque pierde sabor, y se tira. Un poco melodramático, tal vez ¿no? Pero así era el lema feminista de los 70, lo personal como político!


Hannah, ¿mujer objeto?
Fue criticada por las propias feministas de su época, por el uso de su cuerpo de forma narcisista. Ella era un bellezón, como queda patente en muchas de las fotografías de la muestra. ¡Quién sabe qué hubiera pasado, de haber tenido otro cuerpo, otro rostro!

Usó por tanto su bello cuerpo como portador de mensajes, y de esta manera su obra, puede verse como diario gráfico de la evolución física durante casi treinta años, al estilo de los realities actuales. Ella se dejaba mirar, pero controlaba la mirada que quería que se proyectase sobre ella. En este sentido nos recuerda a los personajes actuales de televisión que argumentan controlar su imagen, para dar una determinada impresión ante el público. Pero como ¡ahora todos somos mediáticamente tan sabios!

Consciente de esa sabiduría, incidió irónicamente en el rol de la mujer como portadora y no como hacedora. Una faceta ésta, la de la ironía, que se reflejó en todas sus obras, y en especial en los títulos de las mismas.

Y es que por muy poco inglés que se sepa, títulos como el de la serie: ¨Starification…, evidencian el juego de múltiples niveles interpretativos al que acostumbraba cuando ponía nombre a sus obras. La palabra “star” estrella, significa alguien famoso, pero a la vez, alguien con posibles ¨scars¨ cicatrices, el significado de la palabra en inglés.

El propio título de la presente retrospectiva del Artium de Vitoria, préstamo de Marx, Exchange Values, alude al valor de cambio, y a su vez a la necesidad del mismo, que puede significar el cuerpo femenino. El título además evidencia la atracción que las frases de doble sentido y los juegos de palabras tenían para ella. Parece decirnos, nada es tan sencillo como parece, aunque ¡también puede serlo!.

En los últimos años, Hannah representó el deterioro físico. Inicialmente en los retratos de su madre, que murió de cáncer, y posteriormente el suyo propio, (ella también sucumbió al cáncer en 1993), ilustrados magníficamente en las series ¨Intravenus. Nótese la ironía del nombre, donde se hace reflexionar sobre la fragilidad de la belleza, y la necesidad de introducir cuerpos extraños entre las venas, en un afán curativo. Esta serie, finalmente actúa como el perfecto cierre de una vida-obra a modo de foto-album, y como el legado de alguien que fue sujeto y objeto al mismo tiempo.

Esta primera exposición de Hannah Wilke en España, cuenta con 60 obras, e incluye sus primeros dibujos y esculturas, a la vez que se centra en las diferentes técnicas y temáticas que ella abordó con un sentido cronológico. Así se incluyen sus series más emblemáticas como Super T Art¨, SOS Starification Object Series¨, ¨So help me Hannah¨, o ¨Intra venus¨.

La presente muestra, en suma, opera como intento de recuperar una memoria que no tuvimos, y que al estilo de los replicantes de Blade Runner, tenemos la posibilidad de implantarnos, con la esperanza de humanizarnos y valorar una realidad a la que muchos nos despertamos un buen día, sin entender cuánto costó su conquista.

Hannah Wilke, Exchange values, está abierta al público en el Artium de Vitoria, del 5 de Octubre al 7 de Enero.

Tuesday, July 11, 2006

¿Has visto ya “El Código”?

Con motivo de San Jordi, el día del libro, infinidad de escritores y editores se rasgaron las vestiduras para quejarse del escaso número de libros vendidos en nuestro país: 400.000.

Se citaba con saña que la mayoría de éstos eran best sellers, y que las ventas de los otros libros eran algo menos de la mitad. De los best sellers quien más ha dado que hablar es El Código da Vinci, nuevamente puesto ¨de moda¨ por el estreno de la película el 19 de Mayo. Una fecha convertida en evento gracias a la expectativa de lo inminente, del evento consumible con fecha de caducidad.


Y es que llegar a ser best seller no es fácil. Hay libros sobre cómo crearlos para triunfar, y la fórmula se hace de rogar. Hay algo de ser consciente de que hoy en día se prefiere la información bien presentada a la excelencia literaria, tramas complejas y extensas de aspecto barroco que líen sin llevar a ningún sitio al estilo de las pelis de acción. ¡Eso es lo que vende!


Considerar un libro un best seller significa inundar librerías y conquistar una cuota de presencia mediática, capaz de traspasar los límites del propio papel y plantear adaptaciones a un sinfín de formatos. También significa que el autor, en este caso Dan Brown, se convierta en estrella millonaria, a la altura de un famoso de farándula!

¡Y quién puede quitarle el mérito! El Código da Vinci se ha traducido a 30 idiomas, consiguiendo ventas superiores a 40 millones de ejemplares, en un camino imparable contra el olvido. Si la mayoría de los libros a duras penas logran llegar a las mejores baldas de las librerías de las ciudades más pobladas, para apenas durar semanas antes de ser sustituidos sin venderse, El Código, no; y desde la primavera del año 2003 cuando se publicó, se ha resistido a desaparecer no sólo de las baldas, si no también de nuestras vidas.

La construcción del evento
Inicialmente recomendado por el boca a boca, gracias a una controvertida temática que ponía en entredicho los pilares sobre los que el catolicismo se basaba, y a los que parecía que todo el mundo tenía ganas, el éxito del libro se afianzaba con cada escándalo de plagio, interposiciones de aludidos, y exigencias de retirar los posters anunciadores de la versión fílmica, cuando éste fue adaptado al cine. Por no hablar de las convocatorias a pre-visionados de 35 minutos donde a los periodistas se les requisaba el móvil en un aura de misterio y secretismo que intentaba preservar una historia conocida por los millones que ya habían leído el libro, y por el resto que llevábamos topándonos casi a diario con una trama desvelada en cada noticia relacionada con el tema. Lo último, lo sucedido en una Iglesia de Roma en proceso de restauración, donde intervino hasta el mismísimo ministro del Interior de Italia para retirar un poster de la película de la fachada!

Todo ello ha contribuido a crear un suceso, el evento Da Vinci, que más allá de la propia creación literaria, se extiende como mancha de aceite a otros formatos: cine, DVD, vídeo juego, y que tiene como último suceso, el estreno mundial de la película el 19 de Mayo, ni antes ni después.

De hecho estamos tan acostumbrados a que los estrenos cinematográficos resalten tanto la fecha del estreno, que más que indicar desde cuándo la película puede verse parece anunciar desde cuándo ya no merece la pena hacerlo. Las películas con pocas semanas de vigencia se retiran de la gran pantalla si no hay eventos que las puedan alimentar.Y para esto vienen bien las nominaciones a premios tipo oscar, un romance o un escándalo alrededor de uno de los protagonistas. De hecho, mejor si es entre ellos, como con “Mr. y Mrs. Smith”. En definitiva, lo que sea con tal de alimentar la maquinaria, y no caer en el olvido…

Si se pierde la oportunidad de verlas en cuanto salen, se pierde ser partícipe del evento que es su estreno, y eso no lo queremos. Así que, a nadie le importa esperar largas colas los viernes y sábados del primer fín de semana del estreno y acabar en el peor asiento. Lo importante es no perderse el momento de la involucración con el resto, el subidón ante una respuesta afirmativa al ¿“Ya has visto…?”

Y es que vivimos en una sociedad escéptica, demasiado móvil y portátil, donde a lo máximo que aspiramos es a la conectividad, no a un compromiso fuerte (político, amoroso, laboral). Perseguimos la implicación súbita y ocasional, no necesariamente el compromiso que tiene connotaciones de largo plazo, como dice Vicente Verdú. El voluntariado, las manifestaciones callejeras, que van desde lo más serio como el contrato del primer empleo, a las lecturas masivas de Harry Potter, o los megabotellones, son ejemplos de que implicarse sustituye a comprometerse, sin renunciar al capricho o la emoción. Por ello, cuando el director de Sony España, en el previsionado de la película El Código Da Vinci señaló que ¨En todas partes del mundo, este previsionado está ocurriendo al mismo tiempo!¨, estaba adjudicando a la sesión una emoción artificiosa tal vez, pero a la vez adictiva.

La sucesión de eventos culturales es fundamental en la industria del entretenimiento y uno tras otro construyen una temática, una experiencia generalmente satisfactoria para quienes la consumimos, y aún más para quienes contribuyen a su construcción, los grupos empresariales de la industria del entretenimiento.
Sony Ericsson, Fox Broadcasting Corporation, Miramax, etc. cuentan con una estructura organizativa global e integrada, capaz de ofrecer experiencias unificadas en múltiples plataformas (libro, película, vídeo juego, CD) de manera que abrir un paquete de cereales, planificar nuestras vacaciones, llamar por teléfono, o ver el telediario nos obliga a vivir en una “davincimanía”, durante un tiempo en el que nuestra vida gira alrededor de ese monotema. A esto contribuye el que los protagonistas usen productos comercializados por el grupo empresarial. Tanto Tom Hanks como Audrey Tautou aparecen en la peli “El Código” con el teléfono 3GK600, el smartphone P910, o el Z300, y al inducirnos a su compra y uso, extendemos la experiencia Da Vinci. ¿O ya no te acuerdas de lo Neo que te sentías al usar el Nokia que te compraste cuando viste Matrix?
¡Cuenta, cuenta, cuántas marcas identificas cuando veas la peli!

Si a esto añadimos, el elenco creativo de delante y detrás de la cámara, el reclamo publicitario es total. El director Ron Howard, el productor Bran Grazer y el guionista Akiva Goldsman, ya formaron parte del equipo escarizado por “Una mente maravillosa”, y el protagonista, Tom Hanks ha sido dos veces escarizado. Por no mencionar las localizaciones donde la película se ha rodado, emblemas del imaginario del americano medio, que aspira a apropiarse de un pasado histórico del que carece.

Ante tanto ruido no han faltado rutas turísticas al estilo “Da Vinci” por Francia y Gran Bretaña, y paquetes vacacionales que prometen descubrir los misterios de la ruta “Da Vinci”. De hecho, el impacto de la literatura y no digamos el cine, en el turismo es tan espectacular, que la Capilla de Rosslyn en Escocia, uno de los sites de El código da Vinci, ha pasado de una media de 9.000 visitas anuales, a 70.000 ¡y eso que aún no se ha estrenado la película!

¡Quién sabe, tal vez no se trate sólo de la búsqueda de conexión! Y es que quien más y quien menos, ansía al menos durante un rato, convertirse en Robert Langdon, el protagonista de “El Código” para enamorar a la prota de “Amélie”.

El Código da Vinci, desde el 19 de Mayo, consumible en España y el mundo entero!

Wednesday, April 12, 2006

Liftings existenciales y segundas oportunidades


¨Cariño, me voy a comprar tabaco!¨, dijo Manuel a su mujer e hijos en 1959, pero nunca más volvió. Reapareció 45 años más tarde, fallecido, bajo la identidad de otra persona, un tal Luis que había emigrado a la Argentina, y a quien Manuel en su ausencia, suplantó en España durante 45 años…

Noticias de este tipo de vez en cuando salpican nuestra existencia y queramos o no, nos hacen soñar con la posibilidad de segundas oportunidades para escapar de rutinas más o menos agradables que en muchas ocasiones nos gustaría abandonar, si no por aburrimiento, sí por ansias de novedad. En suma, ¡ser como los Clark Kent-Superman, o Peter Parker-Spiderman, y tener una identidad alternativa!

Despertar un día y tener ante nosotros la posibilidad de empezar de nuevo, ver la vida de forma diferente y ser capaces de escapar de la mediocridad y la rutina, son cosas verdaderamente deseables. Sabernos elegidos para interpretar un papel especial que alguien cree que verdaderamente nos merecemos, lo es aún más. Algo que tentaría incluso al existencialista más recalcitrante, que por supuesto ansía en secreto ser descubierto por el Almodóvar de turno.

Cuando uno se topa por casualidad con las fotografías de Chema Madoz no es consciente aún de que esa segunda oportunidad es posible y además, se le puede presentar… Pero empieza a intuirlo. Si en ese momento decide adentrarse en el proceso de creación de las mismas, entonces ya sabe que hay esperanza y que le puede pasar a él.

El fotógrafo Chema Madoz comienza su creación con una selección de objetos abandonados en lugares como el rastro madrileño, donde yacen descontextualizados. Allí, uno imagina al artista como pícaro estético, escudriñando las posibilidades de los objetos apilados, imaginando su potencial efecto tras formar parte de composiciones fotográficas capaces de transmitir, por una parte la ironía de lo reconocible que sueña con otra existencia, y por otra, el triunfo de haber escapado de un destino sin esperanza.

De hecho, la vertiente poética de una existencia rescatada se magnifica por su carácter efímero y eterno a la vez. Efímero por cuanto una vez fotografiados, los objetos dejan de existir como tales, se reutilizan, o desaparecen... Y eterno porque, como composiciones fotográficas que impactan a los espectadores, permanecen para siempre en su memoria...

Este doble carácter queda ilustrado al incluir como parte de la exposición que la Fundación Telefónico hace sobre los cinco últimos años de la obra de este fotógrafo (premio Nacional de Fotografía 2000), veinticuatro escaleras de madera, colocadas una junta a otra, formando una circunferencia de grandes proporciones, que se retirará una vez se fotografíe y acabe la muestra.
Sin embargo, el grueso de la exposición lo forma un total de noventa fotografías en blanco y negro representando objetos yuxtapuestos, que van desde el chiste visual por el chiste visual (la piedra monedero que ironiza sobre el “menos da una piedra”), a la crítica social (la violencia de un “boom” knoqueador).

Imágenes, que sin excepción, proponen alternativas a nuestra forma de mirar cotidiana, actuando como liftings existenciales. El que esté ubicada en el punto más neurálgico de la Gran Vía madrileña, aumenta este efecto tonificante. Uno contempla a turistas desubicados y a visitantes ex profesos, entrar agotados en la muestra y salir sonrientes, como masajeados. Y es que tras la muestra la gente sale agradecida y exultante, y plasma en testimonios políglotas su interés por conocer a Chema, invitarle a un café, piratear sus fotos, e incluso tatuárselas. Por eso, por hacerles ver suaves tapices de hierba, donde antes sólo veían pasos de cebra.

Vete a ver la exposición: “Chema Madoz (2000-2005)”, en la Fundación Telefónica de Madrid, Gran Vía 28, hasta el 21 de Mayo.

Monday, April 03, 2006

Quiero ser británica! (1)


Una mañana al despertar, creí que ya era británica.

Aún no había hecho el test de las 24 preguntas a las que se sometían aquellos que deseaban convertirse en ciudadanos de la Gran Bretaña, pero me gustaba Keira Knightley, escuchaba a grupos como Artic Monkeys o Franz Ferdinand, y al anunciarse Londres como ganadora a la candidatura a las Olimpiadas del 2012, me avergoncé por sentirme secretamente orgullosa.


Arte, moda, cine, música, diseño y arquitectura, e incluso los Beckham, por no hablar de fútbol británico sentaban cátedra en medio mundo en versión original, manteniendo su nombre con la ayuda de diminutivos que tan bien funcionan en inglés: brit art, pop art, brit pop, brit com, brit fashion, y de repente me dí cuenta: ¡el nuevo imperialismo ya no era el yanqui! Gwyneth, Madonna e incluso Woody Allen ya nos lo habían dicho.

Lo británico era como las armas mortíferas de “La guerra de los mundos”, había estado latente durante mucho tiempo coexistiendo con todos nosotros, hasta que un día decidió hacerse visible en múltiples formas, ¡y de qué manera!Busqué entender qué había pasado, y llegué a la conclusión de que las claves eran geográficas e históricas. Gran Bretaña es una isla, y los británicos tienen un pasado colonial reciente que han incorporado mediante oleadas de inmigración, con una lengua común: la inglesa. El resultado se evidencia en manifestaciones culturales complejas y siempre liminales: las pinturas con boñiga de elefante de Chris Ofili, la heterogeneidad racial de los Asian Dub Foundation, y en otras no siempre legítimas, pero que evidencian tal crisol. Por ejemplo, los digamos brits blancos de clase media, se sienten tan culpables de no ser otra cosa, que han incorporado a sus ademanes y obra, munición suficiente como para no ser solamente eso.

¡Es tal vez lo que les pasa a los elegantes Bloc Party, gracias a su super líder, el étnico Kele Okereke!Definitivamente poco puede hacer uno para protegerse de la cultura británica contemporánea. Ha aprendido a integrar una mirada desde el borde, en su conformismo diario, y se somete a crisis internas de las que sale más fortalecida, y con un discurso contemporáneo fácilmente exportable y capaz de hacer frente al más enfebrecido proteccionismo cultural, porque a ver, ¿de qué les ha servido a los franceses tanta lucha encarnecida para protegerse del inglés, si todos acaban la semana en un “le weekend”?¿Más evidencia? Nuestros poperos más modernos han sacado EPs en inglés, los futbolistas anglos llevan años viviendo en nuestro país y hablan castellano en inglés, y en Londres a Zapatero le piden que haga resúmenes de lo acontecido en sus reuniones con Blair, en inglés, ¡pero todo esto tiene un pase, porque como no se trata de yanquis…!Hemos intentado rebelarnos pincho de tortilla en mano, mediante dignas iniciativas raciales: lo flamenquito chill out, la rumba canalla lolailolailo, pero dejémonos de bobadas, lo cool (palabra en inglés) es lo que viene de allí. La cool Britannia de los finales de los 90, afín a las ideas de un aparentemente soñador Tony Blair que de forma frágil aunó durante un tiempo lo que parecía el fín del high and low cultural, que invitaba a los hermanos Gallagher a tomar el té en el domicilio presidencial de Downing Sreet, parece que lejos de evanescerse, está aquí para propagarse y quedarse … con todo.Y si alguien se imagina un día de éstos a los Estopa, merendando en La Zarzuela, ¡ya podeis iros olvidando del tema!

[1] Puntuación al estilo anglo, fruto del proceso de britanización del que ya soy víctima

Quiero ser británica (2)


Crisis, what crisis?

Pero los británicos no las tienen todas consigo, en su permanente autocrítica hace tiempo que han dejado de sentirse el centro de la metrópolis, y pese a la constante exportación de su talento, reconocen que a veces meten la pata, e incluso piden perdón educadamente. Véase la disculpa pública que apareció en la web de los Kaiser Chiefs al tener que cancelar su gira por España en Noviembre. Claro que su éxito culpable imprime tal contradicción a todo lo que hacen, ¡que les perdonamos con gusto! A excepción de a las hordas de bárbaros que invaden nuestras costas y se desploman inconscientes desde Lloret a Cabo de Gata cada verano, pero ésos son otros, no pueden ser los mismos, ¿no?

Rodeada de todo esto, me he ido haciendo patriota en reverso, es decir deseando ser británica, para sentirme culpable por ser cool, y tararear sin esfuerzo las canciones en inglés de hoy en día, ¡que son casi todas! Para ayudarme, no que lo necesite, se suceden constantes exposiciones de artistas conceptuales que exhiben animales disecados: Damian Hirst, jardines de niños y perversión: los hermanos Chapman, y fotógrafos de gordura con actitud: Jo Spence, así como conciertos de grupos anglos, que ni merece la pena mencionar de tanta cobertura mediática que han tenido. Y junto a ellos, versiones asociadas a lo que se asume es lo británico: la vanguardia, la excentricidad y la singularidad, capaz de adaptarse y sobrevivir en cualquier entorno. Manifestaciones, muchas que no son necesariamente británicas en el sentido de ser originarias de Gran Bretaña, si no que se auto califican como tal, por adoptar las características que se suponen British. Así, unas que si un especial de moda a la British fotografiado en Alcobendas o alrededores en tal revista, o una reseña de cine de una peli que innecesariamente trascurre en Gran Bretaña, otras. Todos queremos apropiarnos de lo que de British hay en el mundo, y para esto las nacionalidades tienen poco que ver…

Memes: los ultracuerpos de la cultura


Seguro que alguien te ha dicho recientemente que la película "Flores Rotas" de Jim Jarmusch, es "Lost en Translation", pero con más féminas, o que "Código 46" es como "Lost in Translation". O tal vez hayas visto a unos chavalillos bailando como los del trailer del documental sobre el "krumping", de David de La Chapelle, imitación de la capoeira, el break dance, y el hip hop...

Tanta referencia reiterada da qué pensar, y es que resulta curioso cuando en circunstancias aparentemente inconexas te topas con ciertos nombres o referencias, que ante tanta avalancha informativa parecen tenderte una mano y ordenar el caos, como si de pistas cósmicas se tratase.

Pues sí, no estás loco. Lo que sucede es que para muchos, la cultura se transmite así, mediante información seleccionada por nuestros cerebros, mediante imitación. Esta información replicada sin finalidad alguna, excepto su supervivencia, son los ultracuerpos de la cultura, los memes, (Richard Dawkins en su libro “El Gen Egoísta”, 1976).

Parece complicado, pero no lo es tanto. Toma dos temas musicales. Uno de ellos te sería difícil cantarlo en un karaoke, y el otro, casi te encuentra convertido en un chico OT, micrófono en mano, tarareándolo. Lo más probable es que este segundo tema sea una pieza pegadiza, y que lo repitas una y otra vez hasta que alguien te pida que por favor dejes de cantarlo, o hasta que tú mismo desarrolles cierta capacidad de autocontrol. Es difícil: tu compañero de trabajo tiene esa misma melodía como sintonía de móvil, y ya no hay forma de parar. No puedes sacarte la dichosa música de tu cabeza. Y de esta forma, el mundo se llena de melodías pegadizas y facilonas, como la cancioncilla de Coti con Paulina Rubio y Julieta Venegas que suena por todas partes: en la tele, en la radio; se canturrea por la calle, tiene sus tonos telefónicos… Así que aunque lleves días y días intentando escapar de ella, no puedes y lo que es peor, hasta te acaba gustando!

Tampoco es que necesariamente nos manipulen los memes de la sociedad de consumo. La supervivencia de un meme depende de su capacidad de adaptación al medio, y es éste quien selecciona a aquéllos capaces de sobrevivir, pero éstos fácilmente escapan al control de un grupo social y siguen un único principio, el de la ley de la supervivencia. Por ejemplo, el meme: “Pásalo” necesitaba ser enviado para garantizar su supervivencia, e incitaba a ello, promoviendo la necesidad de pertenencia al grupo. Si lo recibías, sabías que estabas dentro.

Los memes van y vienen, pero están en todas partes, apoyados por una cultura hipermediatizada, donde las frases hechas, y las melodías pegadizas de temas pop abundan y se replican en múltiples soportes, y donde lo fácil es ceder alegremente a la conformidad.

Fíjate cuando hablas. Probablemente ya seas uno de los muchos que ha terminado usando la expresión: "Pues va a ser que no", del anuncio de Digital Plus. Evitarla es casi imposible, porque hacerlo es como no querer jugar la partida con los demás. Antes tuvimos el “condemorrrr” de Chiquito, y entre medias el “cuñaooooo” y el “rarorarorarooo”, memes ya casi difuntos.


También los memes son juguetones y banales. Los que tienden a perdurar, son de hecho fundamentalmente divertidos, porque ¿hay algo más divertido que la imitación por la imitación?

Imitación de los labios de Angelina Jolie por parte de starlets, modelos y actrices, y de los movimientos y gestos del último rapero televisivo por parte de jóvenes y no tan jóvenes. Imitación del peinado de Lady Di en pleno revival ochenteno, y diversión mítica ya, la de ver quién conseguía emular mejor aquella melena de la ex Friend Jennifer Aniston, que se replicaba cada vez que una chica llegaba a la peluquería con una foto recortada de su revista favorita e imploraba que le hicieran un corte “similar”. La moda es en ese caso un meme divertido que no nos hace sentir manipulados, porque sabemos que se trata de algo más complejo.

Los tiempos cambian y ahora los memes usan soportes virtuales, el site: http://www.touristofdeath.com/ es un ejemplo del uso de imágenes digitalmente alteradas, yuxtapuestas en espacios imposibles. En él, un turista (la misma persona, con igual pose y atuendo) aparece en distintas situaciones de horror altamente mediatizado, como por ejemplo en lo alto de uno de los edificios del World Trade Centre antes de que un avión (que se ve se acerca) esté a punto de estrellarse, tal y como ocurrió en el 11 S. Estos memes replicados hasta la saciedad vía URL´s que se pasan fácilmente, también se encuadran en el terreno de lo lúdico y lo irreverente. Se trata en la mayoría de los casos de improvisaciones apoyadas en imágenes pop archiconocidas, pero sin demasiada complejidad estética, cuyo rasgo principal es la originalidad conceptual. Aparecen porque pueden y se copian con rapidez asombrosa, gracias a las herramientas digitales de acceso para la gran mayoría.

Y los memes musicales? Son apuestas conformistas, mediatizadas, homenaje admirativo o mera diversión? Que se lo pregunten al grupo americano: The Bravery, cuyo tema "No Brakes" es meme de muchos de los del británico: The Cure!

Lo que está claro es que los memes, en su afán por robarnos una parcela del cerebro y permanecer ahí, actúan como ultracuerpos buenos. Nos ayudan a navegar por el exceso y vértigo informativo, márcandonos pistas que nos permiten seleccionar bits culturales para “pasárselos” a los demás.

“En nuestros cerebros” – Pásalo! –, “los memes, y la cultura, tienen la mejor garantía de supervivencia”.

España "marca"



Un país en construcción
La geografía española está en estado mutante, insatisfecha del presente, y con la vista proyectada hacia el mañana. Lleva tiempo, nadie se acuerda cuánto, entre grúas, socavones y andamios. A nosotros, los sufridos habitantes nos queda curar heridas, dar puntos de sutura, y ejercitar y lustrar los músculos para que luzca divina y exultante, sin estar muy seguros de qué otra cosa podamos hacer.


Obras que nunca acaban, van dejando paso a transformaciones urbanísticas tipo el Bilbao del Guggenheim, o la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Lugares hasta entonces inciertos, definidos vagamente por su equidistancia a Madrid o Barcelona, resurgen de la mano de nuevos iconos arquitectónicos con nombre propio, como León con el Musac, el Museo de Arte Contemporáneo. Todo en aras de la más rabiosa modernidad, aunque no se sepa ni importe, como se superará el test de dentro de cien años…

Tras años de opresión centralista, con la democracia se reivindicó una identidad local. Las autoridades autonómicas y municipales reinvirtieron sobre todo en obra pública, muchos de los fondos provenientes de la Unión Europea (casi mil millones de Euros, más que cualquier otro estado miembro). Metros con “fosteritos”, estaciones de tren de alta velocidad con invernaderos incorporados, nuevos palacios de congresos y exposiciones con forma de ojo... Todo era “cutting edge” y desataba debate público. Se regeneraba suelo, se atraían inversiones y turismo, y sobre todo, se construía una marca diferenciada, apoyada en firmas de arquitectos reconocidos internacionalmente como los foráneos Jean Nouvel, Richard Rogers, y los autóctonos Rafael Moneo o Eduardo Arroyo. Como afirma Rem Koolhaas, el arquitecto y pensador holandés, que a su vez, está construyendo en suelo patrio el Centro de Congresos de Córdoba: “la arquitectura hecha por un arquitecto famoso hoy en día, es una verdadera atracción turística, y este valor propagandístico convierte al edificio en icono”.


Gurús del marketing y la publicidad lo testifican, vivimos una época donde la imagen vende. Del ostracismo franquista a la era del color. Los logos de Miró en los aviones de Iberia, la Expo de Sevilla, la mascota Kobi y las Olimpiadas del 92, demostraron al mundo y a nosotros mismos que éramos un país que tenía todo el derecho de estar en Europa.
Para el publicista Wally Olins, especializado en marcas nacionales, España gracias a la apropiación de lo nuevo, y a su incorporación mediante iniciativas privadas y públicas en el día a día, ha conseguido dejar atrás su pasado franquista y convertirse en una nación moderna. Para esto la arquitectura resulta una gran baza, y los arquitectos de renombre, algo crucial.


Frank Gehry, Norman Foster, o Santiago Calatrava trabajan en España no tanto por el interés de ver su obra iconizada, como si de un objeto turístico se tratase, si no porque trabajar en estos proyectos tiene glamour. Se les trata como a verdaderas ¨celebrities”, el presidente de la Junta en cuestión, cena y se fotografía con ellos, y lo mejor de todo: trabajan con absoluta libertad con verdaderos profesionales (los equipos de arquitectos españoles que se adhieren a estos proyectos son reconocidos por su sobrada preparación en ingeniería si los comparamos con los de formación anglosajona, que tienden a estar formados en bellas artes). En definitiva, quien más y quien menos tiene su ego y bolsillos muy satisfechos, y esto hace que ¡tener proyectos en España sea lo más!

Con el apoyo de las administraciones regionales y locales, ansiosas de edificios emblemáticos que distingan Zaragoza de Vitoria, se atrae al turismo interno, y sobre todo al extranjero, el objetivo “number one”.

Año a año surgen edificios espectaculares. Algunos, aparecen ante nosotros, remodelados, como El Mercado de Santa Caterina, tras lustros de invisibilidad, y otros se erigen de la nada como La Torre Agbar, ambos en Barcelona, hasta que resulta imposible seguirles la pista, estar al día y cerciorarse de los nuevos cielos urbanos. Eso que se suele llamar “skyline”… España es para muchos extranjeros, un sueño creativo, y para el resto, una molestia que no sabemos si evitar, mientras indecisos tanteamos el llamado turismo cultural que tanto persiguen nuestros dignatarios para superar el marchito sol y playa.

En crisis de representatividad
De las tres eses: sexo, sol y sangría, a la España de los hoteles boutique y la museología. Nuestro país quiere ser otro. Se sueña culto, y lucha por que se le vea de tal manera pese a que no todos lo hagan.

Según el índice Anholt, que mide cómo un país ve al resto, en base a categorías como gente; cultura y patrimonio; inversión e inmigración; gobierno; exportaciones y turismo, España es un país que ocupa el lugar número doce, después de Gran Bretaña, Italia, Alemania, Francia, y EEUU, entre otros. Es decir, es un país que se ve, peo no tan bien como nos gustaría.

España tuvo su momento allá por el 90-92. Existía un interés mediático por un país relativamente desconocido que se modernizaba, y al que le ayudaron los fastos tipo Expo, pero con el tiempo lo español se fue invisibilizando. La normalización de los índices forzada por las medidas de armonización europea, y la reiteración de nuestros “problemas” tan comunes en Occidente: paro, terrorismo, o inmigración nos ha hecho menos éxóticos, y más parecidos al resto, y eso no vende tanto. Los diarios ¨The Daily Telegraph` y El `Times` por ejemplo, anunciaron el mes pasado el cierre de sus corresponsalías en España, porque las noticias generadas desde aquí ya no parecen interesar allí.

Y es que construir una marca positiva cuando se trata de naciones, no es tarea fácil. La marca España aún puede evocar cierta complejidad para el europeo cultivado, pero es relativamente simple para la mayoría, si es que evoca algo. De hecho, nuestros actores más exportados son intercambiados por mexicanos sin que nadie se rasgue las vestiduras. Haz la prueba. Pregúntale a algún amigo tuyo americano por ejemplo, al ser posible que no viva en España, si distingue a Salma Hayek de Penélope Cruz, quienes para empeorar las cosas trabajan en las mismas películas, usan similares estilistas y aparecen disfrazadas de amigas en el papel “couché”…!

En definitiva, estamos ante una crisis de representatividad. Ni siquiera hemos tenido nominación alguna para esta edición de los Oscars, bueno, Alberto Iglesias aspira a la mejor música original, ¡pero lo hace por una película extranjera!

Está claro que el turismo necesita emblemas publicitados gracias a eventos con alto poder de convocatoria, pero esta tarea es muy competitiva. Las exposiciones universales se suceden, las olimpiadas, los mundiales, las capitales de la cultura, lo mismo, y esto acrecienta su devaluación. En nuestro suelo tenemos por citar lo de mayor renombre: la Exposición universal de Zaragoza para el año 2008, la Copa de América en Valencia para el 2007, y este mismo año 2006, el V centenario del nacimiento de Francisco de Javier de Navarra. Acontecimientos variopintos, y sin nada en común excepto la capacidad de tematizar los destinos que representan, y procurar una visibilidad que los diferencie del resto y los haga la opción de muchos.

Una exposición con vocación de escaparate
La exposición sobre Arquitectura en España que organiza el Museo de Arte Moderno de Nueva York, del 12 de Febrero al 1 de Mayo, es un mecanismo de construcción de visibilidad como hace tiempo no hemos tenido. Ubicada en la meca del arte contemporáneo mundial: Nueva York, e inaugurada por los Reyes de España desplazados hasta allí para la ocasión, lleva llenando páginas y páginas de los principales medios nacionales, e internacionales, meses antes a su inauguración. Dá igual si no trata de una muestra de estilo arquitectónico contemporáneo español, que probablemente no existe (la muestra contiene una mezcla de arquitectos españoles, un 70%, y extranjeros, un 30% ).

Al poner el territorio español como escaparate de lo mejor de la arquitectura internacional de principios del siglo XXI, lo español escondido entre el “latin mix” se visibiliza, y como Teruel, reivindica su existencia.

Curiosamente, la historia del nacimiento de esta oportunidad publicitaria, parece casual. Se cuenta que el comisario de la exposición Terence Riley, buen conocedor de nuestro país, (formó parte del jurado para la ampliación del museo Reina Sofía), decidió montar una muestra sobre obras en España antes de dejar el departamento de arquitectura del MoMA tras 13 años de gestión, porque se dió cuenta de que muchas de las obras de arquitectura pública del siglo XXI, se encontraban en suelo patrio, lo cual demuestra el carácter recopilador de la muestra.

La exposición retrata como si de una cámara fotográfica se tratase, muestras de la mejor arquitectura de hoy, que en gran medida están aún sin terminar. En total, se incluyen 18 obras completas, ilustradas a través de las fotografías de Roland Halbe, y 35 en proyecto (aunque terminadas en un máximo de dos años) y representadas por maquetas. Esto, a su vez refrenda el carácter de España como una geografía en “construcción”.

Habrá quien seguirá considerando que con este tipo de ejercicio, España se parque-tematiza aún más. Para el arquitecto Josep María Montaner: ”las ciudades españolas son ya una proyección de aquello que el turista desea sin necesidad de entender, ya se trate de bacanal, o casco antiguo museificado”. Sin embargo, tal vez sea éste un precio necesario. La geografía globalizada depende crecientemente de una identificación que permita escoger un territorio sobre otro, lo que al fin y al cabo genera puestos de trabajo, y bonanza económica.

La posible tematización de España como un entorno donde ver la mejor arquitectura internacional, sugerida por la exposición del MoMA, puede resultar algo positivo. Iconizar un país ayuda a entenderlo mejor. Si podemos llegar a decir a un extranjero que somos por ejemplo “de Baracaldo, ese sitio famoso por su estadio”, en lugar de tener que decir “del Norte de España”, estaremos ante un mapa más complejo de lo que somos.

Como el que al saber de Google Earth, no se conforma con ver la Tierra, ni su país, región, ciudad o pueblo, y se pone nervioso ante la posibilidad de ver algo inesperado en el interior de su propia casa, lo cual es imposible, la cuestión en este debate debería ser: ¿se nos ve? y si así no fuera, ¿qué habría que hacer para que sucediera? Algo a lo que la exposición del MoMA puede contribuir en gran medida.
La exposición del MoMA funciona como el folleto turístico de un extraño parque temático donde un día cercano, se hallará lo mejor de la arquitectura internacional de
principios del siglo XXI. Para verla se ha de viajar a un sitio que hoy se llama España. Y que como por exigencia de la constitución española, incluye proyectos de cada comunidad autónoma.

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