Monday, April 03, 2006

Quiero ser británica! (1)


Una mañana al despertar, creí que ya era británica.

Aún no había hecho el test de las 24 preguntas a las que se sometían aquellos que deseaban convertirse en ciudadanos de la Gran Bretaña, pero me gustaba Keira Knightley, escuchaba a grupos como Artic Monkeys o Franz Ferdinand, y al anunciarse Londres como ganadora a la candidatura a las Olimpiadas del 2012, me avergoncé por sentirme secretamente orgullosa.


Arte, moda, cine, música, diseño y arquitectura, e incluso los Beckham, por no hablar de fútbol británico sentaban cátedra en medio mundo en versión original, manteniendo su nombre con la ayuda de diminutivos que tan bien funcionan en inglés: brit art, pop art, brit pop, brit com, brit fashion, y de repente me dí cuenta: ¡el nuevo imperialismo ya no era el yanqui! Gwyneth, Madonna e incluso Woody Allen ya nos lo habían dicho.

Lo británico era como las armas mortíferas de “La guerra de los mundos”, había estado latente durante mucho tiempo coexistiendo con todos nosotros, hasta que un día decidió hacerse visible en múltiples formas, ¡y de qué manera!Busqué entender qué había pasado, y llegué a la conclusión de que las claves eran geográficas e históricas. Gran Bretaña es una isla, y los británicos tienen un pasado colonial reciente que han incorporado mediante oleadas de inmigración, con una lengua común: la inglesa. El resultado se evidencia en manifestaciones culturales complejas y siempre liminales: las pinturas con boñiga de elefante de Chris Ofili, la heterogeneidad racial de los Asian Dub Foundation, y en otras no siempre legítimas, pero que evidencian tal crisol. Por ejemplo, los digamos brits blancos de clase media, se sienten tan culpables de no ser otra cosa, que han incorporado a sus ademanes y obra, munición suficiente como para no ser solamente eso.

¡Es tal vez lo que les pasa a los elegantes Bloc Party, gracias a su super líder, el étnico Kele Okereke!Definitivamente poco puede hacer uno para protegerse de la cultura británica contemporánea. Ha aprendido a integrar una mirada desde el borde, en su conformismo diario, y se somete a crisis internas de las que sale más fortalecida, y con un discurso contemporáneo fácilmente exportable y capaz de hacer frente al más enfebrecido proteccionismo cultural, porque a ver, ¿de qué les ha servido a los franceses tanta lucha encarnecida para protegerse del inglés, si todos acaban la semana en un “le weekend”?¿Más evidencia? Nuestros poperos más modernos han sacado EPs en inglés, los futbolistas anglos llevan años viviendo en nuestro país y hablan castellano en inglés, y en Londres a Zapatero le piden que haga resúmenes de lo acontecido en sus reuniones con Blair, en inglés, ¡pero todo esto tiene un pase, porque como no se trata de yanquis…!Hemos intentado rebelarnos pincho de tortilla en mano, mediante dignas iniciativas raciales: lo flamenquito chill out, la rumba canalla lolailolailo, pero dejémonos de bobadas, lo cool (palabra en inglés) es lo que viene de allí. La cool Britannia de los finales de los 90, afín a las ideas de un aparentemente soñador Tony Blair que de forma frágil aunó durante un tiempo lo que parecía el fín del high and low cultural, que invitaba a los hermanos Gallagher a tomar el té en el domicilio presidencial de Downing Sreet, parece que lejos de evanescerse, está aquí para propagarse y quedarse … con todo.Y si alguien se imagina un día de éstos a los Estopa, merendando en La Zarzuela, ¡ya podeis iros olvidando del tema!

[1] Puntuación al estilo anglo, fruto del proceso de britanización del que ya soy víctima

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