Wednesday, April 12, 2006

Liftings existenciales y segundas oportunidades


¨Cariño, me voy a comprar tabaco!¨, dijo Manuel a su mujer e hijos en 1959, pero nunca más volvió. Reapareció 45 años más tarde, fallecido, bajo la identidad de otra persona, un tal Luis que había emigrado a la Argentina, y a quien Manuel en su ausencia, suplantó en España durante 45 años…

Noticias de este tipo de vez en cuando salpican nuestra existencia y queramos o no, nos hacen soñar con la posibilidad de segundas oportunidades para escapar de rutinas más o menos agradables que en muchas ocasiones nos gustaría abandonar, si no por aburrimiento, sí por ansias de novedad. En suma, ¡ser como los Clark Kent-Superman, o Peter Parker-Spiderman, y tener una identidad alternativa!

Despertar un día y tener ante nosotros la posibilidad de empezar de nuevo, ver la vida de forma diferente y ser capaces de escapar de la mediocridad y la rutina, son cosas verdaderamente deseables. Sabernos elegidos para interpretar un papel especial que alguien cree que verdaderamente nos merecemos, lo es aún más. Algo que tentaría incluso al existencialista más recalcitrante, que por supuesto ansía en secreto ser descubierto por el Almodóvar de turno.

Cuando uno se topa por casualidad con las fotografías de Chema Madoz no es consciente aún de que esa segunda oportunidad es posible y además, se le puede presentar… Pero empieza a intuirlo. Si en ese momento decide adentrarse en el proceso de creación de las mismas, entonces ya sabe que hay esperanza y que le puede pasar a él.

El fotógrafo Chema Madoz comienza su creación con una selección de objetos abandonados en lugares como el rastro madrileño, donde yacen descontextualizados. Allí, uno imagina al artista como pícaro estético, escudriñando las posibilidades de los objetos apilados, imaginando su potencial efecto tras formar parte de composiciones fotográficas capaces de transmitir, por una parte la ironía de lo reconocible que sueña con otra existencia, y por otra, el triunfo de haber escapado de un destino sin esperanza.

De hecho, la vertiente poética de una existencia rescatada se magnifica por su carácter efímero y eterno a la vez. Efímero por cuanto una vez fotografiados, los objetos dejan de existir como tales, se reutilizan, o desaparecen... Y eterno porque, como composiciones fotográficas que impactan a los espectadores, permanecen para siempre en su memoria...

Este doble carácter queda ilustrado al incluir como parte de la exposición que la Fundación Telefónico hace sobre los cinco últimos años de la obra de este fotógrafo (premio Nacional de Fotografía 2000), veinticuatro escaleras de madera, colocadas una junta a otra, formando una circunferencia de grandes proporciones, que se retirará una vez se fotografíe y acabe la muestra.
Sin embargo, el grueso de la exposición lo forma un total de noventa fotografías en blanco y negro representando objetos yuxtapuestos, que van desde el chiste visual por el chiste visual (la piedra monedero que ironiza sobre el “menos da una piedra”), a la crítica social (la violencia de un “boom” knoqueador).

Imágenes, que sin excepción, proponen alternativas a nuestra forma de mirar cotidiana, actuando como liftings existenciales. El que esté ubicada en el punto más neurálgico de la Gran Vía madrileña, aumenta este efecto tonificante. Uno contempla a turistas desubicados y a visitantes ex profesos, entrar agotados en la muestra y salir sonrientes, como masajeados. Y es que tras la muestra la gente sale agradecida y exultante, y plasma en testimonios políglotas su interés por conocer a Chema, invitarle a un café, piratear sus fotos, e incluso tatuárselas. Por eso, por hacerles ver suaves tapices de hierba, donde antes sólo veían pasos de cebra.

Vete a ver la exposición: “Chema Madoz (2000-2005)”, en la Fundación Telefónica de Madrid, Gran Vía 28, hasta el 21 de Mayo.

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